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LEYENDA DE CARLOS Y EL ORICUERNO-UNICORNIO

El unicornio, animal mitológico con poderes mágicos
“Había una vez una mocita que tenía un novio y los dos se adoraban. Pero en el pueblo donde vivían había otro mozo que también la quería y no hacía más que perseguirla a pesar de los continuos rechazos de ella. Una noche en que estaban los dos enamorados hablando, ella tras la reja de la ventana, vino alguien protegido por las sombras y mató al novio. Ella supo inmediatamente quién había sido. Salió y, al dar la vuelta a una esquina, se encontró de cara con el asesino y, sin pensárselo dos veces, lo mató de un trabucazo. Pero con tan mala fortuna que no sólo mató al asesino de su amado sino además a un amigo que le acompañaba. Así que nuestra mocita pensó que lo mejor era poner tierra de por medio y huir de la justicia.
Cogió un hatillo con ropa y comida y se marchó por los montes. Anduvo durante toda la noche y todo un día hasta que se encontró unos pastores. A ellos les contó su historia. Los pastores se compadecieron de ella y decidieron ayudarla. Le cortaron el pelo, le dieron ropa de pastor y así, vestida de hombre, se fue por esos mundos.
De mocita enamorada
he pasado a ser varón,
Carlos digo ser llamada
en mi nueva condición.

Y Carlos llegó a un pueblo donde nadie lo conocía y allí se puso a trabajar en casa de un rico comerciante. El rico comerciante tenía una bella hija llamada Isabel. Entre Isabel y Carlos hicieron pronto muy buenas migas y ella se enamoró de Carlos. Pero como él no le decía nada pensaba que era por timidez. Así que ni corta ni perezosa se declaró ella. Carlos puso mil y una disculpas…, que qué dirían sus padres, que no lo conocían de casi nada…, pero la verdad es que los padres de Isabel estaban encantados con Carlos, que era bueno y trabajador.
Las cosas se enredaron de tal forma que Carlos se vio casado con Isabel. Y, claro, llegó la primera noche que iban a pasar juntos. Isabel, feliz y contenta, se metió en la cama. Pero Carlos muy nervioso no hacía sino dar vueltas y vueltas por la habitación. Isabel no entendía nada.
- Pero, Carlos, ¿qué te pasa? ¿Es que no eres feliz?
Y Carlos, al final, no tuvo más remedio que sentarse al borde de la cama y contarle la verdad: que no era hombre, sino mujer, que huía de la justicia, y que si ella la delataba, estaba perdida. Isabel la miró con sus grandes ojos y le dijo: “Te ayudaré. Seguiremos viviendo como si tú fueras hombre”.
Casada me vi de golpe,
casada y sin remisión,
sin una amiga tan fiel
muerta me vería yo.

Pero ya hemos dicho que estamos en un pueblo y ya sabemos lo que ocurre en los pueblos, que todos hablan de todos, que hablan y hablan… Y había pasado un año y Carlos e Isabel no tenían hijos. Y la gente comenzó a murmurar, y hubo quien se atrevió a decir que si Carlos no era Carlos, sino que era una mujer. El suegro, el rico comerciante, se salía de sus casillas: ¿cómo era posible semejante difamación?
Decidió hacer una prueba para que todos los del pueblo se dieran cuenta de que Carlos era un hombre. Invitó a toda la gente del pueblo, montó un gran banquete. Pensó él: “Pondré sillas bajas y sillas altas. Si Carlos se sienta en la silla más baja es que es mujer y si se sienta en la silla más alta es que es hombre”. Pero Isabel, que estaba a todo lo que ocurría en la casa, descubrió lo que su padre tramaba y se lo contó a Carlos. Y Carlos se sentó en la silla más alta.
Mi suegro me puso sillas
por saber mi condición.
con Isabel como amiga
de las pruebas salgo yo.

Pero la gente no quedó muy convencida y siguieron las murmuraciones. Así que el suegro decidió hacer una prueba definitiva. Invitó a todos los hombres del pueblo a una gran cacería y después de la cacería, todos a bañarse desnudos al río. Ahí se vería si Carlos era un hombre o era una mujer. Carlos e Isabel estaban acongojados. De aquélla sí que ya no salían.
Y llegó el temido día. Y después de la cacería, todos a bañarse al río. Los hombres se desnudaron, menos Carlos, que puso una disculpa momentánea y se sentó en una peña a dar vueltas y vueltas a la cabeza a ver qué podía hacer. Y de repente apareció, viniendo por el camino, un animal inmenso con unas grandes patazas, una gran cabeza y un enorme cuerno que salía de ella. Era un Oricuerno que se fue acercando a ella y le dijo que se desnudase y con su inmenso cuerno le hizo una cruz en el empeine, y en aquel mismo instante Carlos se convirtió en Carlos.
Estaba desesperado
de esta ya no salgo no
apareció un oricuerno
que en hombre me convirtió.

Y corriendo se fue hacia el río y todos pudieron comprobar que era hombre.
Volvieron todos a casa,
Isabel en el balcón,
corrió Carlos a abrazarla,
le ofreció todo su amor.

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