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LA VISITA (TORRE DE JUAN ABAD), LEYENDA SOBRE BRUJAS

Ilustración para Leyenda La Visita
Cuando la abuela se maliciaba alguna de las suyas para no contarnos el cuento, desganá o por las reumas, que siendo niñas le pedíamos todas las trasnochás, la verdad del Niño Jesús que se le ponían ojos verbeneros. A su verica esperábamos llenas de ansías y la abuela pues: “Queréis que os cuente un cuento recuento que nunca se acaba…” y nosotras gritábamos: “Síii…” y la jodía abuela: “No os digo que digáis que sí. Os digo que si queréis que os cuente un cuento recuento que nunca se acaba” y nosotras que habíamos caído en el cepo, entonces mohinonas decíamos: “¡Nooo!” y colgándole la media sonrisa, la abuela seguía: “No os digo que digáis que no. Os digo que si queréis que os cuente un cuento recuento que nunca se acaba”.
¡Ea!...esa noche se había acabado el cuenterio y no quedaba otra que irse a la cama, ya que la abuela no estaba de humor… pero muchas veces se arrepentía de sus juegos de palabras tramposos y chascarrillos y al final nos contaba algún cuentejo. Aquella noche…fue la de una visita muy especial.
Pues, nos contó la abuela que hacía muchísimos años en la Solana había un matadero muy antiguo y muy viejo, donde ahora está la estación de las viajeras, y que cerca de él vivía la hermana Críspula que tenía lindera su casa.
La Críspula vivía sola y algunas vecinas se iban por los anochecios a su casa a hacerla compañía y a cascar de sus cosas. Y la mujer por cumplir, que lo hacía de veras, unas veces les hacía tortitas y otras cañamones torraos. Había noches que todas juntas aviaban sus pastas, arropes y mostillos… y cuentan que algún atardecio les dio la hora cuchareando en el ajoharina que tenía sus chichotas.
Pero sería hora vieja de una noche cuando se llevaron un susto que casi las llevó al cortijo de los callados de la impresión. Pues, paso que estaban todas juntas hablando y trastoleando con una zurra y unas tortas, de esas de biscochos, cuando a eso oyen un gran escándalo y ven que bajan por la chimenea siete u ocho brujas mu desastrás con sus escobas y empiezan a bailar y a zanglotear en el comedio de la cocinilla cantando y venga cantar dando revueltas y revueltas…: “Cuatro somos de Alcázar/dos del Toboso/y la capitanilla del Tomelloso” ¡Ah! una de aquellas brujas bailongas era perniquebrá que la Críspula bien lo vio y después contó.
Imagínate, aquellas mujeres todas asustadas, no cantearon ni los pelillos de pestañas, sólo decían muy bajito, como si rezasen, ¡Veros, veros…! Qué se iban a ir aquellos espantos, hasta que no s’espacharon a gusto de bailotear, cantar y de dar vueltas no se fueron por donde vinieron. Y las hermanas quedaron sin resuello y estuvieron malas de cama una semana por el susto de aquella visita.
Aquella noche, la abuela para quitarnos el poco miedo que nos dio su historia, remato su cuento con otro de sus muchos trabalenguas: “Se encontraron dos vecinas junto a las rejas del cementerio y va una y le pregunta a la otra:
¿Chica dónde vas?
Chica a la botica
¿Chica quien hay malo?
Chica la más chica
¿Chica que le pasa?
Chica lo que anda
Chica que se mejore
Chica muchas gracias”

Fuente Carlos Villar Esparza.

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