Ilustración para Leyenda La Visita |
Cuando
la abuela se maliciaba alguna de las suyas para no contarnos el cuento, desganá
o por las reumas, que siendo niñas le pedíamos todas las trasnochás, la verdad
del Niño Jesús que se le ponían ojos verbeneros. A su verica esperábamos llenas
de ansías y la abuela pues: “Queréis que os cuente un cuento recuento que nunca
se acaba…” y nosotras gritábamos: “Síii…” y la jodía abuela: “No os digo que
digáis que sí. Os digo que si queréis que os cuente un cuento recuento que
nunca se acaba” y nosotras que habíamos caído en el cepo, entonces mohinonas
decíamos: “¡Nooo!” y colgándole la media sonrisa, la abuela seguía: “No os digo
que digáis que no. Os digo que si queréis que os cuente un cuento recuento que
nunca se acaba”.
¡Ea!...esa
noche se había acabado el cuenterio y no quedaba otra que irse a la cama, ya
que la abuela no estaba de humor… pero muchas veces se arrepentía de sus juegos
de palabras tramposos y chascarrillos y al final nos contaba algún cuentejo.
Aquella noche…fue la de una visita muy especial.
Pues,
nos contó la abuela que hacía muchísimos años en la Solana había un matadero
muy antiguo y muy viejo, donde ahora está la estación de las viajeras, y que
cerca de él vivía la hermana Críspula que tenía lindera su casa.
La
Críspula vivía sola y algunas vecinas se iban por los anochecios a su casa a
hacerla compañía y a cascar de sus cosas. Y la mujer por cumplir, que lo hacía
de veras, unas veces les hacía tortitas y otras cañamones torraos. Había noches
que todas juntas aviaban sus pastas, arropes y mostillos… y cuentan que algún
atardecio les dio la hora cuchareando en el ajoharina que tenía sus chichotas.
Pero
sería hora vieja de una noche cuando se llevaron un susto que casi las llevó al
cortijo de los callados de la impresión. Pues, paso que estaban todas juntas
hablando y trastoleando con una zurra y unas tortas, de esas de biscochos,
cuando a eso oyen un gran escándalo y ven que bajan por la chimenea siete u
ocho brujas mu desastrás con sus escobas y empiezan a bailar y a zanglotear en
el comedio de la cocinilla cantando y venga cantar dando revueltas y
revueltas…: “Cuatro somos de Alcázar/dos del Toboso/y la capitanilla del
Tomelloso” ¡Ah! una de aquellas brujas bailongas era perniquebrá que la
Críspula bien lo vio y después contó.
Imagínate,
aquellas mujeres todas asustadas, no cantearon ni los pelillos de pestañas,
sólo decían muy bajito, como si rezasen, ¡Veros, veros…! Qué se iban a ir
aquellos espantos, hasta que no s’espacharon a gusto de bailotear, cantar y de
dar vueltas no se fueron por donde vinieron. Y las hermanas quedaron sin
resuello y estuvieron malas de cama una semana por el susto de aquella visita.
Aquella
noche, la abuela para quitarnos el poco miedo que nos dio su historia, remato
su cuento con otro de sus muchos trabalenguas: “Se encontraron dos vecinas
junto a las rejas del cementerio y va una y le pregunta a la otra:
¿Chica dónde vas?
Chica a la botica
¿Chica quien hay malo?
Chica la más chica
¿Chica que le pasa?
Chica lo que anda
Chica que se mejore
Chica muchas gracias”
Fuente Carlos Villar Esparza.
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