sábado, 2 de febrero de 2019

LA ENDIABLADA DE ALMONACID DEL MARQUESADO


La leyenda
Danzanta y diablos. Almonacid del Marquesado
En Almonacid del Marquesado se ha mantenido desde tiempo inmemorial una tradición oral que narra el origen de la Endiablada, tanto para la Virgen de las Candelas como para San Blas. Lo realmente curioso es que existen dos relatos totalmente distintos para cada uno, atribuyendo al origen de la endiablada dos explicaciones totalmente dispares.
En el caso de la Virgen Candelaria se cuenta que, al nacer Jesús, la Virgen debió cumplir con el precepto judío y presentar al niño en el templo a los cuarenta días de su nacimiento (en el calendario litúrgico católico desde el día 25 de diciembre hasta el 2 de febrero). Esta obligación provocó gran inquietud y vergüenza en la Virgen, pues, según el relato bíblico, no conocía varón, y, por tanto, recelaba del comportamiento de las gentes que pudieran observarla en este acto. Aquí es donde encuentran su lugar los diablos, un grupo de hombres con vestimentas llamativas, burdas, estrafalarias, y con unos ruidosos cencerros, los cuales tendrían como objetivo desviar la atención del público para que la Virgen pudiese cumplir con el precepto sin vergüenza y sin sufrir miradas maliciosas.
Para San Blas se da otra explicación muy distinta. Aquí no nos remontamos a la infancia de Jesucristo, sino que nos ubicaremos en las cercanías de Almonacid, en un paraje denominado los Majanares, despoblado de San Clemente o, también, Fuente Vieja, el cual se sitúa entre los términos de Almonacid del Marquesado y Puebla de Almenara. En este lugar, según narra la leyenda, un pastor de Almonacid encontró enterrada la imagen de San Blas. Enterados los habitantes de Puebla de Almenara reclamaron para sí la imagen del santo, surgiendo una disputa por la posesión del mismo. Los del vecino pueblo intentaron llevarlo con unos lustrosos bueyes, los cuales fueron incapaces de mover la imagen; los de Almonacid, que sólo habían llevado unas escuálidas mulillas, se maravillaron cuando éstas trotaron hacia el pueblo, interpretándose como un hecho milagroso, además de atribuir al santo la voluntad de quedarse en este pueblo. Como había sido descubierto por pastores, éstos, en su alegría, comenzaron a hacer sonar los cencerros de sus ganados, dando así comienzo la Endiablada. Los pastores lavaron la imagen, que estaba cubierta de tierra, con aguardiente, único líquido que tenían a mano, hecho que se recuerda cada año en el lavatorio del santo el día 2 de febrero por la tarde.
Un breve comentario de ambos relatos obliga a hacer notar que el primero no es más que una explicación para dar sentido a las extrañas danzas de los diablos, mientras que el segundo contiene datos mucho más específicos en cuanto a lugares y, de modo indirecto, sobre fechas e inicio del culto del santo. Hubo, en efecto, una aldea situada en el lugar en el que la leyenda ubica el descubrimiento de la imagen, llamada Fuente de Domingo Pérez, la cual quedó despoblada a finales de la Edad Media. Además, en el relato, si lo despojamos de hechos más o menos accesorios, parece subyacer una cierta rivalidad entre dos pueblos por la prevalencia del culto a San Blas, cuyo origen parece estar en el citado despoblado de Fuente de Domingo Pérez. Quizá los habitantes de este antiguo pueblo llevaron su devoción a San Blas a Almonacid y a Puebla de Almenara al abandonar su lugar de nacimiento.
La historia
Diablos en procesión. Almonacid del Marquesado
Es imposible establecer con seguridad cuáles son los inicios de esta tradición. San Blas y La Candelaria son dos celebraciones bastante distintas en sus comienzos y es en esta última en la que parece residir el origen de los diablos. En efecto, la fiesta de la Virgen Candelaria, asociada con la liturgia de la presentación tal como narra la leyenda, es una fiesta cuyos primeros antecedentes podemos encontrarlos en el mundo celta, lo cual nos remontaría a la segunda mitad del I milenio a. C. Hemos de tener en cuenta que en las cercanías de Almonacid se han encontrado restos cerámicos procedentes de la Primera Edad del Hierro y que en este pueblo se dan cita otras tradiciones procedentes del mundo céltico tales como el árbol de mayo o el sacrificio ritual de gallos para San Antón, esta última en claro desuso. En concreto hemos de referirnos a la festividad céltica de Imbolc, que se celebraba el día 1 de febrero en honor de la diosa Briganti, en la que el fuego sagrado purifica la tierra y el sol primaveral renace tras el invierno, además de proteger los rebaños nacidos en la primavera. Algunos elementos que pueden tener su origen en el mundo céltico, además de la coincidencia en las fechas, son los cencerros, propios de una sociedad pastoril, junto con la porra, en la cual algunos han visto una reminiscencia de la costumbre céltica de empalar las cabezas de sus enemigos en la lanza del guerrero.
Esta fiesta céltica tiene continuidad con las lupercales romanas, celebradas ante XV diem kalendas martias, equivalente al 15 de febrero, festividad en honor a Fauno Luperco, dios de los pastores. Este día, ciertos ciudadanos elegidos sacrificaban animales y golpeaban con sus pieles a las mujeres que encontraban a su paso, las cuales se consideraban purificadas mediante este acto (februatio), propiciando su fecundidad. En este caso, se ha de considerar que el pueblo de Almonacid albergó en época romana un vicus de cierta extensión y que la comarca, bajo la influencia de la ciudad de Segóbriga, fue tempranamente romanizada, por lo cual la celebración lupercal fue perfectamente posible aquí. Se ha documentado en la antigua ciudad la pervivencia de divinidades indígenas, lo que nos puede hacer suponer una pervivencia de las costumbres asociadas a las mismas. Podemos recabar testimonios que se remontan a principios del siglo XX que describen a los diablos con pieles de animales integrando su estrafalaria vestimenta, lo cual podría ser recuerdo de aquellas que se utilizaban en las lupercales. Además, los cencerros bien pudieran estar asociados a una divinidad protectora de los pastores.
Las lupercales fueron cristianizadas por el papa Gelasio I en el año 494, prohibiendo la celebración pagana y transformándolas en procesiones con letanías y candelas pidiendo fertilidad y protección frente a la muerte. Algo más tarde, se asoció con la liturgia de la Presentación, que es como ha llegado a nuestros días y en cuyo contexto se sitúa la leyenda narrada en Almonacid para el origen de la Endiablada.
A partir de aquí, parecería lógico que las manifestaciones paganas más antiguas desaparecieran para dejar paso a las cristianas. Sin embargo, es un hecho que muchas celebraciones actuales contienen, en mayor o menor medida, elementos paganos procedentes de un mundo antiquísimo que aún siguen dándose en el presente. Así, es muy posible que la celebración pagana, muy arraigada en estas comunidades, se mantuviese a pesar del cambio religioso que supuso el cristianismo, para lo cual hubo de dar a las danzas y demás elementos un nuevo sentido acorde con esta nueva situación, plasmado en la leyenda del origen de los diablos.
A partir de la Edad Media cobra relevancia la figura de San Blas, santo muy popular y celebrado en las aldeas surgidas tras la reconquista y repoblación de esta comarca durante los siglos XII y parte del XIII. Aunque no contamos con testimonios escritos, el origen del culto a San Blas en Almonacid se ha situado, según la tradición oral, en un despoblado situado al poniente del actual pueblo, el cual es nombrado en Almonacid como San Clemente, por el santo titular de su iglesia, pero que en realidad fue la antigua aldea de Fuente de Domingo Pérez, lugar perteneciente, como Almonacid, al Señorío de Villena y mencionado en los documentos medievales desde el siglo XIII hasta el XV. La leyenda atribuida a San Blas parece en realidad un relato mítico del traslado del culto del santo desde este antiguo pueblo hasta Almonacid, el cual recibiría no sólo las tradiciones propias de Fuente de Domingo Pérez, sino que, muy posiblemente, acogiera parte de las personas que abandonaron la aldea, la cual quedó finalmente despoblada a finales de la Edad Media. En este contexto de abandono, no se puede descartar una disputa por la posesión de la imagen y la prevalencia del culto con el vecino lugar de Puebla de Almenara, tal y como narra la leyenda de San Blas, así como una celebración particular por la restauración o lavatorio de la imagen una vez ubicada en Almonacid, como se rememora aún el día dos de febrero por la tarde.
Es aquí donde ya podemos encontrar fechas concretas para la endiablada, pues Puebla de Almenara se establece a partir del año 1332 por carta puebla otorgada por Don Juan Manuel, señor de Villena y Alarcón. Anteriormente a esta fecha, la leyenda de San Blas no tendría sentido, pues Puebla de Almenara no existía. Además, los últimos documentos conocidos que hablan sobre la aldea de Fuente de Domingo Pérez se dan a mediados del siglo XV, cuando ya posiblemente estaba despoblada, quedando patente en el siglo XVI que dicho lugar ya era un pago o despoblado. Por tanto, podemos asignar al culto a San Blas en Almonacid unos inicios que se remontan hasta el siglo XV, culto que muy probablemente trajeron consigo los habitantes de la antigua aldea.
Según lo dicho, el origen de la fiesta estaría asociado a la celebración de la Candelaria, cuyo comienzo podemos ubicar en tiempos pre o protohistóricos, mientras que el culto a San Blas se uniría a la Candelaria a finales de la Edad Media, adoptando los cencerros y danzas como elemento unificador de ambas festividades.
La labor de concretar el cómo se originó la endiablada, qué elementos pertenecen a cada cultura, la manera en que antiguas tradiciones paganas se unieron a elementos y ritualismos cristianos confiriendo un nuevo significado a los mismos es sumamente complicada. El hecho es que la endiablada parece depositaria de diferentes estratos acumulados durante muchos siglos de historia, forjados en una manifestación que hoy ofrece un carácter unitario, pero que debe contemplarse desde la perspectiva de distintas culturas y formas de religiosidad.
Así, si analizamos cada uno de los elementos que componen la endiablada podemos conjeturar varias posibles explicaciones para cada uno de ellos sin poder decidirnos sobre cuál es la auténtica. Por ejemplo, la porra se ha interpretado como pervivencia de la costumbre celta de ensartar las cabezas de sus enemigos en lanzas; pero también se ha visto en ella el callado del pastor desnaturalizado y deformado; e incluso hay quien observa elementos mágicos o supersticiosos en la misma a modo de amuleto o fetiche. Igualmente los cencerros pueden tener su origen en las sociedades pastoriles prerromanas; o bien serían una alegoría al dios romano protector de los pastores Fauno Luperco; o quizá tengan su origen en las cofradías de pastores medievales. De esta manera, podríamos seguir enumerando los elementos que constituyen la fiesta de la Endiablada con interpretaciones diversas y que únicamente parten de conjeturas y suposiciones con cierta base lógica. Es por ello que, según el autor que consultemos, el significado y origen de la fiesta puede variar mucho.
Lo cierto es que en el año 1633 ya se celebraba en Almonacid la festividad de San Blas, tal como aparece reflejado en un documento recientemente descubierto y conservado en el archivo municipal de Almonacid del Marquesado, el cual dice que el día de San Blas se celebran “comedias, sermón y danzas” y que dicho día la iglesia parroquial quedaba pequeña para albergar todo el público que acudía a la liturgia. En este caso las danzas parecen clara alusión a los distintos tipos de danzas correspondientes a diablos y danzantes. En cuanto a las comedias, serían la vieja tradición popular de representación de misterios sagrados, la cual ha llegado a nuestros días transformada en los dichos que se recitan tras la misa en honor a San Blas y la Candelaria. Este documento se conserva de manera excepcional, pues todo el archivo municipal y parroquial fue quemado durante la Guerra Civil.
En todo caso, son muchas las preguntas que aún quedan por responder y pocas las certidumbres, y citando a Luis Calvo terminaremos diciendo que “el origen continúa perdido en el misterio y sólo especulaciones, elucubraciones y sueños alimentan el fuego de la tradicional «Endiablada» de Almonacid del Marquesado”.
Para saber más:
CALVO, Luis: “La endiablada de Almonacid”. Olcades. Temas de Cuenca. Volumen I. Ediciones Olcades. Cuenca, 1981.
CARO BAROJA, Julio: “Los «diablos», de Almonacid del Marquesado”. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Tomo XXI, 1965, Cuadernos 1º y 2º. Madrid 1965.
DÍEZ ASCASO, Olga: “Los Diablos de Almonacid del Marquesado: un estudio 40 años después”. Universidad de Castilla-La Mancha y Ayuntamiento de Almonacid del Marquesado. Cuenca, 2006.
GARCÍA MARTÍN, Pedro: “Cencerros y diablos en Almonacid del Marquesado”. Historia 16, nº117, enero 1986.
GONZÁLEZ CASARRUBIOS, Consuelo: "Notas sobre los diablos de Almonacid del Marquesado". Narria. Estudio de artes y costumbres populares, nº5. Madrid, 1977.
JUNQUERA RUBIO, Carlos: “La Endiablada de Almonacid del Marquesado (Cuenca): identidad e integración social en La Mancha Ata”. Universidad de Castilla-La Mancha y Ayuntamiento de Almonacid del Marquesado. Cuenca, 2006.
MALABIA, Vicente: “La danza de David ante el arca. Orígenes religiosos de la danza”. El patrimonio cultural como factor de desarrollo. Universidad de Castilla-La Mancha y Ayuntamiento de Almonacid del Marquesado. Cuenca, 2006.
SÁNCHEZ MARTÍNEZ, Julián: Almonacid del Marquesado: recorrido por su historia. Ediciones provinciales nº115. Diputación Provincial de Cuenca, 2011.


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