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Ilustración leyenda "Ciudad Real y la Tumba del Trovador" |
Dice Cunqueiro que pasó por Ciudad Real -este
desamparado campamento frió y ventoso, dice despiadadamente el maestro gallego-
a tomar un vino a la memoria de Alfonso
Eanes do Cotón, noble trovador coruñés, muerto a cuchilladas, en una
taberna de la recién fundada Villa Real, a manos de su amigo y discípulo Pero da Ponte. ¡Cuánto horror! Una vez
más, y ahora literalmente se cumple el viejo adagio: "Al maestro
cuchillada". Bien es verdad que eran éstas eternas tierras de frontera,
abonadas para la violencia, la impunidad y en último término, para todo lance
de fortuna sin escrúpulos. Pero de ahí a que dos amigos y paisanos, y además
gente de cultura, se acuchillen hay un abismo. El vino y la neurosis de
conquista tienen estas cosas.
En una taberna, pues, en una taberna "de vino
gordo y ajo regoldador” --apostilla broncamente Cunqueiro--, en una taberna de
la recién fundada Villa Real, como un frenético bautismo de sangre del nuevo
burgo, dos amigos poetas se dan un abrazo de muerte. Menos que la trágica
anécdota no ha sido sigo premonitorio de una historia de violencias que no
manchan la historia de la ciudad: Ciudad Real ha sido y es un pueblo de paz,
sin más sobresaltos, que los sufridos por todo el país, que no son pocos.
Sin duda, es mixtificación, fruto de la desmesura
imaginación, muy galaica, de Cunqueiro, colocar los restos del trovador
asesinado bajo el suelo de la mismísima taberna que fue escenario de su
sangrienta agonía. Sabe Dios, y quizá llegue a saberlo algún historiador
curioso, qué camposanto serenó aquella sangre airada. Lo cierto es que en algún
montón de tierra nuestra está incrustada la osamenta de un poeta que vino a
buscarse la vida y encontró la más amargura de las muertes.
En el año 55 se preguntaba Cunqueiro y ahora me
pregunto yo con él: "¿Sabe, acaso, Ciudad Real que sus setecientos años
descansan sobre los huesos de un poeta"?
No dice Cunqueiro de dónde sacó la noticia, pero no es
difícil rastrearla. La puso en marcha Carolina
Michaelis con datos extraídos de los mismos poemas de su cancionero. Es
nada menos que el rey Alfonso el Sabio quien acusa del crimen cometido con Cotón a su amigo Pero da Ponte, y, lo que es peor, de
que lo hizo para apropiarse sus cantigas; dice el texto, que traduzco:
"Es, por lo tanto, un gran traidor probado, contra quien mató a su gran
amigo mientras bebían; y todo por robarle sus cantares".
En la cantiga de otro trovador, Martín Suárez, se
presenta a Alfonso Eanes do Cotón como
trotamundos bohemio, dado al vino, al juego, a las putas y a la bronca:
Mais
pago-meu deste foder astroso
e destas
tabernas e deste beber
Me pago de
este astroso joder
y de estas
tabernas y de este beber.
Lo hace decir a Cotón que es "mui gran putanheiráficado" y que se pasa
la vida en garlitos y mancebía.
Esta sátira --dice Menéndez Pidal-- posiblemente se
refiere a un segundo periodo de la vida de Alfonso Eanes do Cotón, en el que este se había envilecido,
decayendo de un estado anterior más digno; lo cierto es que Cotón, aunque mal tajado de cuerpo,
tuvo un tiempo en que se jactaba, no de lides en la tahurería, si no de lides
militares”. (Poesía juglaresca…., p.149).
Es también el Rey Sabio quien en otra cántiga acusa a Pero da Ponte de “minguar” a Dios,
aludiendo, a propósito de su descreimiento, a que en mala hora bebió tanto en
Villa Real:
E poren. Don
Pedr´, en Vila Real
en mao ponto
vos tanto bevestes.
Como he dicho antes, es Dª. Carolina Michaelis quien pone en relación los dos poemas,
curiosamente en el primero usa el Rey una expresión muy similar a la del
segundo "Foi Cotón mal día nado”, identificando el vino que bebió don
Pedro en Ciudad Real con el que motivó la pendencia en que murió su amigo y
maestro, don Alfonso.
Menéndez Pidal, y con él Rodrígues
Lapa, se muestra un tanto reticente, tomar al pie de la letra estas
cantigas, prefiriendo interpretarlas como una broma del Rey. Se me hace duro
pensar que se trata de un mero atraco literario, máxime cuando el Colón de la
cántiga de Martín Soares es un
tipo tan duro y desgarrado. Creo más bien que las reticencias de Menéndez Pidal se deben a una cautela
hipercrítica. La trágica pendencia casa bien con su protagonista.
En fin, esta es la historia. Y me permito airearla por
si hay alguien que se atreva a solicitar para la toponimia urbana una calle, un
rincón en el parque, algo que guarde la memoria, de aquel trovador que dejó la
vida en una taberna de la más temprana Ciudad Real. Lo dice muy bien Cunqueiro: "Una ciudad griega
quizás hubiese conservado la tumba, para poder vivir, en la siesta de los
siglos, del aroma de aquel vaso vacío".
Fuente Joaquín González Cuenca
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