Mano Negra. Serie Cocos y Asustaniños Femeninos |
El imaginario popular nos ha legado una variada gama de misteriosos
seres femeninos cuya función principal es la de “asustaniños”, espantar a los
niños y jóvenes es su característica y misión esencial. Aunque algunos de estos
personajes pueden ser también advertidos por los hombres y mujeres adultos,
quedando aterrados. Estos son los más habituales en nuestros pueblos.
La
Mano Negra. El
más extendido de nuestro apartado de tutelares femeninos asustaniños y el más
eficaz en la educación coercitiva de los más pequeños. Su origen hay quien lo
sitúa en la mítica organización secreta anarquista-terrorista. Tenebroso ser
acuático que habitaba, ¿vive aún?, en nuestros pozos.
Su sola mención hace que la chiquillería huyera a escape de
la cercanía de los brocales. Coinciden la mayoría de los testimonios en su
descripción: “Era como una grandísima y feísima mano, con enormes uñazas
negras”. “Como ser alado era imaginado en La Solana, y aparecía del pozo para
llevarse a los niños díscolos”. Algunos de los entrevistados coinciden en
señalar el “corte a ras de muñeca viéndosele algún que otro hueso y repugnantes
colgajos de carne”.
Un informante de Puertollano cuenta lo siguiente: “en los
colegios (que yo recuerde, cursaba primero de EGB, 7 u 8 años) era algo que
había en los retretes y aterrorizaba pensar que pudiera salir y agarrarte la
mano negra cada vez que entrabas y te encerrabas allí”.
Con sus habilidades de hechicera chupaba los sesos de
algún adulto al que atraía mortalmente hacía dentro del pozo. Cuando sacaban el
cadáver del infortunado, las abuelas presentes, con voz callada decían a los
nietos: “…veis, veis… cosa de la Mano Negra… no acercaros… veros, veros”. “Y
cuando ya siendo mocicas y mocicos, habíamos aprendido el arte de hincar el
cubo en las aguas, no podíamos evitar el repelús que nos corría por todo el
cuerpo. Sacábamos el cubo pegando chuscas… no fuera que la mano negra le diera
por dar sus estirajos”.
Así se refiere a ella Villar Esparza en su libro “Con
Once Orejas”: “habitaba en muchos pozos del campo montieleño. De la Mano Negra
se cuenta que gozaba de una activa existencia en los avisos maternos. Que
acechaba en silencio en sus dominios, al ojeo del abierto y angosto techo del
pozo. Más Carón que Cancerbero, aguardaba al curioso niño que imprudente se
asomaba por el brocal. La Mano Negra, en viendo la cabecita del niño, más
rápida que el pensamiento volaba hasta él y lo apresaba. La cuestión del vuelo
lo desmienten algunas abuelas, pues es un error, y coinciden en señalar que la
Mano Negra lo que hacía era reptar como las bichas por las paredes húmedas.
Entonces arrastraba hasta el fondo de las aguas poceras a la víctima. Sólo el
chapoteo y el grito desgarrador probaban la tragedia”.
Se le considera deforme pariente lejano de los invisibles
genios de las aguas, de las Xanas de arrebatadora hermosura, de las Ninfas de
agua enamoradas de hombres mortales; de las Lamias, tan bellas y terribles como
voluptuosas, y de las infanticidas Marías enganchas. Dice la tradición que la
Mano Negra, condenada a eternas soledades, siente enfermiza envidia de sus
primas, las “Encantás”, que cada 24 de junio florecen como los tréboles en los
mágicos espejos de la noche sanjuanera.
En otros pozos manchegos tiene su hábitat otro bicho peludo
al que se le conoce por Garduña. Uno de los ancestros de nuestra Mano Negra
podría ser el mismo Airón, Dios ibérico de quien hemos encontrado referencias
en las aguas de un pozo de Uclés.
El mito trasciende los límites de La Mancha. Ángel del
Pozo de Pablos en “La Cripta Sellada” recoge en Segovia relatos sobre este ente
diabólico con forma de mano que ataca a las personas cuando están distraídas o
dormidas, orinando en el caso de los hombres. Si te toca el hombro, al girar el
rostro suele arrancar los ojos del incauto.
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