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COCOS Y ASUSTANIÑOS FEMENINOS: LA MALA COSA, LA MARIMANTA

Ilustración de La Mala Cosa de Marcel Félix
La Mala Cosa. Aparición lúgubre y nebulosa sin formas definidas vinculada con las santas ánimas benditas. Carlos Villar Esparza recoge los siguientes testimonios de su existencia: “Se contaba en Villamanrique de uno que estaba novio en la Torre, cuando una noche regresaba con la bicicleta de ver a la novia, a la altura del Estrecho se le cruzó un gorrinete. Él apeándose de la bicicleta salió detrás de él, adentrándose en el campo, cuando ya iba a alcanzarlo, el gorrinete se transformó en una “cosa mala” y se asustó y salió huyendo”. Otro testimonio del mismo entrevistado atestigua: “ibamos al campo y vimos venir a un hombre a caballo, que desde lejos, parece tenía buen aspecto, sin embargo cuando se acercaba vimos cómo sus trazas no eran como creíamos, sino que era viejo, feo, remendaote. Cuando nos cruzamos, y lo saludamos, el caballo del hombre empezó a dar trotecitos hacia atrás, hasta que desapareció por donde había venido”.
“A un galán de Torre de Juan Abad de regreso de festejar a su moza villorreña, a la altura de los muros de Joray, en la revuelta del camino, una fuerza glacial y brutal lo derribó de su montura. Mula y mozo huyeron despavoridos en dirección al pueblo, sin mirar atrás. Nunca se supo quién o quiénes habían descabalgado al festejador… pero muchos señalaron a la Mala Cosa. De ésta, se cree vivía en unos subterráneos que estaban bajo los muros de la torre. Del mismo modo hay quienes afirman que fue la Mano Negra que tenía su abrigadero junto a las acequias del arroyo de las Aliagas”.
“En Torre de Juan Abad, en el cerro de los Gatos, una espantable Mala Cosa se apareció a un abuelo que hizo caso omiso de las disposiciones del cura párroco de no trabajar el día de Todos los Santos. De una nube negra salió una doliente figura de vagos rasgos humanos que le recriminó con voz de ultratumba su falta de devoción”.

Ilustración de Marimanta de Marcel Félix
La Marimanta. Diversos autores clásicos han escrito sobre ella. Quevedo se refería burlonamente a Saturno como “el dios Marimanta, comeniños, engulléndose sus hijos a bocados”. Por su parte, Benito Jerónimo Feijoo, en su obra Teatro Crítico Universal, tomo cuarto, discurso once, escribe lo siguiente: “Pareció después el Belerofonte literario, título altisonante, inscripción horrísona, que puede espantar los niños, mejor que el Coco y la Marimanta”. ¿Y qué había debajo de tan portentoso epígrafe? No más que una querellita con un médico de Córdoba, por quítame allá esas pajas.
En Galicia “… es la Meiga del Saco, roba niños y los hace desaparecer. Si una anciana fea, encorvada, que lleva un saco a su espalda chepada os pide humildemente limosna a la puerta de vuestra casa, dádsela y vigilad a los niños hasta que se aleje”.
En Extremadura suele ser un ente masculino, el Marimanta. En Badajoz, durante la fiesta de las Candelas se hace la “quema del Marimanta” tras un desfile por la barriada de Santa Marina. En este caso, quemar el Marimanta simboliza deshacerse de las cosas malas del año transcurrido. Según P. Rubio, en Magacela (Badajoz), “las marimantas eran mujeres que arrebujadas en una manta y con un faro y cencerro, en el más crudo invierno, vagaban por las empinadísimas calles rezando por las ánimas benditas en cumplimiento de un voto o promesa. La intención no era la de asustar, pero coño si asustaban, sobre todo a los niños. La tradición se ha perdido ya en esta generación”.
También existe en Andalucía. Federico García Lorca dice en su conferencia sobre las nanas: “ya sabemos que a todos los niños de Europa se les asusta con el Coco de maneras diferentes. Con el Bute y la Marimanta andaluza, forma parte de ese raro mundo infantil”.
En La Mancha es el equivalente a “las fantasmas” y “las pantasmas”. En los últimos tiempos, las marimantas eran el disfraz utilizado por novios y rondadores de damas enamoradizas. Los galanes, tapados por una manta, accedían de incognito a ventanas y puertas de la casa de la dama. Una leyenda de Valdepeñas tiene a las marimantas de protagonistas.

Marcel Félix

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