Ir al contenido principal

EL MUNDO FUNERARIO ROMANO

 

La familia romana estaba tan unida que al fallecer uno de sus miembros pasaba a formar parte de los antepasados a los que había que rendir culto. Ya era uno de los protectores de la familia, los Manes, que se les rendía culto manteniendo vivo el fuego del hogar.

La tumba adquiría la categoría de altar, símbolo de la vida sedentaria. Debía de estar en el suelo y no podía cambiar de lugar, ya que los Manes exigían una morada fija a la que estaban vinculados todos los difuntos de la familia.

El espacio del enterramiento, sepulchrum, adquiría el carácter de lugar sagrado, locus religiosus, inamovible, inalienable e inviolable. Solo podían acceder a él los familiares. Las partes externas, la momumenta, si que se podía transforma y redecorar.

Siempre que las circunstancias y la muerte lo permitían, el funeral daba inicio en casa del difunto. La familia acompañaba al moribundo a su lecho, para darle el último beso y retener así el alma que se escapaba por su boca. Tras el fallecimiento, se le cerraban los ojos y se le llamaba tres veces por su nombre para comprobar que realmente había muerto. A continuación se lavaba el cuerpo, se perfumaba con ungüentos y se le vestía.

Por ley estaban prohibidos los lujos en los funerales, pero permitían colocar sobre la cabeza del difunto las coronas que había recibido en vida. Siguiendo la costumbre griega se depositaba junto al cadáver una moneda para que Caronte transportara su alma en barca y atravesar así la laguna Estigia hacia el reino de los muertos.

Finalmente el cuerpo del difunto se colocaba sobre una litera con los pies hacia la puerta de entrada, rodeado de flores, símbolo de la fragilidad de la vida y se quemaban perfumes.

Según la condición social permanecía expuesto de tres a siete días. En la puerta de la casa se colocaban ramas de abeto o ciprés para avisar a los viandantes de la presencia de un muerto en el interior. Como señal de duelo evitaban encender fuego en la casa.

Hasta finales del siglo I, el funeral era celebrado por la noche a la luz de las antorchas, ya que la muerte era un suceso desgraciado y contaminante. A partir de esta fecha comienzan a realizar los ritos por el día, excepto los de los niños, suicidas e indigentes.

El transporte a la pira funeraria o a la tumba, se realizaba colocando al difunto en una caja de madera abierta que se colocaba sobre una especie de camilla para transportarla o era llevada a hombros por su familia. Detrás del difunto se situaba el cortejo fúnebre formado por el resto de la familia y sus amigos. A veces se acompañaban de músicos que tocaban trompetas y flautas o de mujeres que expresaban el dolor llorando o golpeándose en el pecho.

La humatio, era esencial en el funeral. Consistía en arrojar tierra sobre el cuerpo del difunto o sobre parte de él, según se tratara de una inhumación o una incineración. La tumba se consagraba con el sacrificio de una cerda y una vez construida se llamaba tres veces al alma del difunto para que entrara en la morada que se le había preparado.

Durante la ceremonia funeral se realizaba un acto de purificación para las personas que habían estado en contacto con el cadáver. Antes de la sepultura la tumba se purificaba barriéndola o limpiándola y después utilizando agua se limpiaba a las personas que habían asistido al funeral.

En época altoimperial y al entrar en contacto con culturas como la griega, el más allá se concebía como una región subterránea, en la cual vivían reunidas todas las almas, lejos de sus cuerpos recibiendo premios o castigo según la conducta en vida.

La creencia de otra vida tras la muerte motivaba que el individuo fuera enterrado con objetos que había utilizado en vida y que ahora podían acompañarle y servirle en esta nueva vida: ropa, cerámica, utensilios de trabajo, etc. 

Junto a estos objetos también se colocaban otros relacionados con el ritual funerario: la lucerna que iluminaba el camino hacia el más allá, la moneda para pagar a Caronte, recipientes para alimentos o ungüentarios para los perfumes.

Comentarios

Entradas populares de este blog

MORAS, LA REINA MORA, LAS “ENCANTÁS”

La Mora de la Peña de la Encantada de Puertollano. M. Félix E timológicamente la denominación de Mora o Moura responde a la relación del vocablo prerromano “mor” (piedras, túmulo, cerro…) y que puede corresponderse con las “morras” o poblados pertenecientes a la cultura del Bronce Manchego. A menudo confundidas con las hadas existieron en toda la geografía española. Personajes de leyenda, restos de las huestes moras que se desplazaron de sur a norte, cristianizadas o no, generalmente están encantadas. Cueva de la Mora, fuente la Mora o el paso de la Mora son topónimos frecuentes en nuestra tierra. Así en Daimiel tenemos la cueva de la Mora y el paraje de Moratalaz; en Calzada de Calatrava el arroyo y la umbría de la Mora; en Agudo la peña de la Mora; en Carrión de Calatrava el corral de la Mora; en Almadén la loma de la Tierra Mora; en Villanueva de los Infantes el cerro de la Mora y Moranzas; en Almadenejos la tabla del Moro y el baño de la Sultana; en Alhambra el molino del M...

DAMAS BLANCAS, LA DAMA DE LOS MONTES

Exposición Mitología y Superstición en La Mancha. Damas Blancas M. Félix En casi toda Europa abundan las leyendas e historias que narran la existencia de misteriosas mujeres vestidas con prendas blancas y luminosas. Estos espíritus tutelares de los bosques se conocen genéricamente como damas blancas. En general se las describe como bellísimas jóvenes, vestidas con túnicas de gasa blanca que socorren a los viajeros extraviados en la inmensidad de los bosques. Quienes las han visto afirman que tienen largas y sedosas melenas rubias, una figura esbelta y ojos azules que brillan como estrellas, llenando el alma de una paz infinita. En la mitología europea, las damas blancas son genius loci, seres que protegen un sitio en particular como es el caso de los bosques. A pesar de haber cientos de relatos sobre ellas son tutelares difíciles de ver y advertir pues, según la tradición, solo se muestran abiertamente a los nacidos en domingo y son portadores del talismán mágico y a los bebés ...

COCOS Y ASUSTANIÑOS MASCULINOS: EL SACAMANTECAS

El Sacamantecas. Marcel Félix El Sacamantecas o Sacaúntos . La leyenda del Sacamantecas es una de esas que ha perdurado en el boca a boca del pueblo llano durante más de un siglo. En nuestros días, esta historia ha quedado como un viejo y apolillado mito, pero, durante décadas, la leyenda del Sacamantecas aterrorizó a los niños y no tan niños de toda España. En gran medida por culpa de los padres que encontraron un filón en ella para mantener a sus hijos a raya, inculcándoles, en lo más hondo de su imaginario, que en el momento menos pensado, un ser monstruoso aparecería para secuestrarlos si permanecían en las calles a horas poco adecuadas o incumpliendo las órdenes de sus progenitores. Incluso se llegó al punto de poder convocar al Sacamantecas a placer, amenazando a los niños con que vendría a llevárselos si no se portaban bien. También llamado Tío Sacasebos. En Asturias se le llamaba Home del Untu (Hombre de la Manteca) o probe (pobre) o Probe l’Untu. En Cantabria, Sacaúnto...