LOS FANTASMAS DEL CASTILLO DEL MARQUÉS DE VILLENA (Cocos, Fantasmas y Otros Mitos de CLM) No sois vos quien se deba desposar con mi hermana —dijo el señor del castillo al último pretendiente que había llegado hasta Alarcón a pedir la mano de la doncella casadera que allí habitaba. — Le puedo ofrecer mis tierras y una alianza de vecindad que vos no podéis desechar —respondió el joven sin inmutarse ante la negativa del castellano. — Os lo repetiré por última vez. Mi hermana no va a caer bajo vuestras manos para que dilapidéis su dote y la hagáis desdichada como ya lo habéis logrado con otras doncellas de la comarca. Sabed que sé quién sois y lo que pretendéis, así como la fama que os precede. Marchaos en buena hora por donde habéis venido y que sea la última vez que vuelvo a recibir una visita vuestra con tal petición —añadió el dueño del señorío de Alarcón llamando a sus criados para que arrojasen más allá del puente levadizo al visitante. Este abandonó el lugar meditando como
La familia romana estaba tan unida que al fallecer uno de sus miembros pasaba a formar parte de los antepasados a los que había que rendir culto. Ya era uno de los protectores de la familia, los Manes , que se les rendía culto manteniendo vivo el fuego del hogar. La tumba adquiría la categoría de altar, símbolo de la vida sedentaria. Debía de estar en el suelo y no podía cambiar de lugar, ya que los Manes exigían una morada fija a la que estaban vinculados todos los difuntos de la familia. El espacio del enterramiento, sepulchrum , adquiría el carácter de lugar sagrado, locus religiosus , inamovible, inalienable e inviolable. Solo podían acceder a él los familiares. Las partes externas, la momumenta , si que se podía transforma y redecorar. Siempre que las circunstancias y la muerte lo permitían, el funeral daba inicio en casa del difunto. La familia acompañaba al moribundo a su lecho, para darle el último beso y retener así el alma que se escapaba por su boca. Tras el falleci