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Luperco representado como un fauno. Ilustración de M. Félix de San Andrés |
Celebremos o no el amor romántico, el 14 de
febrero tiene gran repercusión comercial y mediática. Pero lo cierto es que
este día, resignificado por la iglesia católica con la historia de San
Valentín, se origina en fiestas populares paganas de la antigua Roma.
Muchos creen que en el día de los
enamorados se conmemora el martirio de san Valentín, mártir de la cristiandad.
Pero, antes de la era cristiana, la fecha conmemoraba una de las celebraciones
más grandes del imperio romano: las paganas Fiestas Lupercales.
Evandro, hijo de Mercurio y de una
ninfa, llevó a los primeros itálicos hacia el monte Palatino, donde fundó
Palanteo, una de las ciudades dieron origen a Roma. Fue este rey mitológico
quien ordenó la instauración de un festival donde se mezclaban las tradiciones
antiguas de la caza y la trashumancia (el pastoreo nómada) con los rituales más
complejos de las sociedades sedentarias. Sucede que en el hemisferio norte, el
15 de febrero marcaba el final del invierno y el comienzo de la primavera, y para
los pueblos de la antigüedad se acercaba el momento de preparar las tierras
para la cosecha. Los rituales propiciatorios de la fertilidad, que bendijeran
la tierra, eran de una importancia nodal para la supervivencia en un mundo
donde una sequía o una plaga podían significar la crisis total.
Los ítalos llegaron a la región de
Lacio con sus dioses a cuestas y también abrazaron el culto a deidades griegas,
muy extendidas en el mundo Mediterráneo. Entre estos dioses se encontraba Pan,
un fauno (criatura mitad cabra y mitad hombre) dotado de un gran apetito sexual
y que es el responsable de que hoy, según la tradición pagana, sepamos los
secretos de la agricultura y el pastoreo. Un dios lascivo al que los antiguos pueblos
del Lacio le devolvían el favor con unas fiestas en las que la sexualidad y el
desenfreno eran protagonistas. Además, cambiaron el nombre del dios Pan por el
de Fauno Luperco. Fue precisamente Luperco quien había encontrado a Rómulo y Remo
en una cueva en el monte Palatino. La tradición más antigua afirma que se
transformó en la loba que amamantó a los niños para que no murieran. En su
honor se celebraron, desde entonces, las grandiosas Fiestas Lupercales.
En ellas, eran seleccionados los hijos
jóvenes de la aristocracia, tras haber superado previamente el ritual de paso a
la madurez, que consistía en sobrevivir durante semanas en las afueras de la
ciudad viviendo sólo de la caza. Estos jóvenes eran llamados sodales lupercis (los amigos del lobo) o
lupercos, nombre que deriva de su
comportamiento “salvaje” durante su rito de iniciación. Las Fiestas Lupercales
arrancaban con un sacrificio ritual de animales domésticos.
Comenzaban sacrificando a un perro
(símbolo de la impureza, que moría con el invierno) y a varias cabras (símbolo
de la prosperidad primaveral), luego, los jóvenes lupercos eran untados con la sangre del perro usando el cuchillo
ritual y posteriormente lavados con un trozo de lana bañado en leche. En ese
momento lanzaban una enorme carcajada que anunciaba el comienzo de la
festividad. El cuero de los animales sacrificados era cortado en finas tiras,
llamadas fabruas, que los lupercos utilizaban para azotar a los
presentes. Toda la fiesta se desarrollaba bebiendo grandes cantidades de vino y
comiendo la carne de las cabras sacrificadas.
El acto de ser azotado por los lupercos suponía una purificación de los
males del cuerpo y el alma, un despertar del apetito sexual y una mayor
fecundidad en las mujeres. Se le llamaba februatio,
una palabra que deriva de “pureza” en lengua etrusca. No estaba asociado a
martirio alguno sino más bien a una desenfrenada actividad sexual colectiva,
propiciatoria de la fertilidad.
Pasado el tiempo, cuando la antigua
Roma se consolidó como uno de los mayores imperios conocidos, las Fiestas
Lupercales empezaron a ser denunciadas como escandalosas por las mismas clases
dominantes que siglos atrás las fomentaban. Finalmente fueron prohibidas, en el
año 345 de nuestra era, por el emperador cristiano Teodosio, que prohibió todos
los cultos paganos instaurando una tradición de intolerancia religiosa que se
extiende hasta nuestros días.
Hoy, san Valentín, es un artificio
sin sentido impulsado por los grandes almacenes para fomentar el consumismo de
una sociedad carente de valores y conocimientos sobre su propia historia. Mártires
y enamorados al margen, si quieren regalar algo en estos días, regalen libros…
M. Félix de San Andrés
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