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Ilustración fantasmas y aparecidos. Marcel Félix |
Ahora que nos acercamos a la Fiesta de Halloween
es importante poner en valor el rico folklore manchego relacionado con el mundo
de ultratumba. Los personajes y leyendas son tan variados que nada tienen que
envidiar a regiones españolas como Galicia o Asturias
En
la tradición española, la muerte no es considerada el final sino el tránsito de
una vida a otra, y este viaje siempre se nos anuncia. Unas veces es la propia
muerte la que nos es comunicada, otras la de alguien próximo. Los avisos varían
desde el canto de la lechuza o del búho, las campanas que suenan al mismo
tiempo que el reloj, la exactitud al sacar el dinero para pagar, el aullido de
los perros, un muerto cuyos ojos nos miran, un aparecido que nos entrega un
cirio, un conocido al que vemos sin estar en el lugar, una voz que dice nuestro
nombre, ver nuestro propio entierro o funeral... etc.
Quienes se ven a las puertas de la
muerte se preparan para la migración y quienes aquí se quedan les equipan para
el viaje y siguen ocupándose de ellos cuando ya se han ido. Los toques vespertinos
de ánimas, las campanas petitorias, los osarios, la cercanía del cementerio a
las iglesias hasta no hace mucho tiempo..., todo contribuía a hacer que la
muerte fuera cercana y cotidiana, aunque no por ello menos temible.
En la preparación para el viaje se
cree que hay que dejar solucionados todos los asuntos pendientes en este mundo
y una vez iniciado el viaje, los familiares, amigos y vecinos tienen que
prestar su apoyo por medio de misas y todo tipo de rezos. Si la muerte ha sido
repentina hay que resolver cuanto de inacabado o mal hecho haya dejado el
difunto. Se cree que los difuntos permanecen en un plano entre ambos mundos si algo
no se ha hecho correctamente o queda pendiente, si han muerto de forma
violenta, no han recibido sepultura, llevan como mortaja el hábito de un santo
que le impide entrar en el infierno o aman demasiado a una persona para
alejarse definitivamente de ella. A veces hay difuntos que no hacen el viaje porque
otros difuntos los utilizan para enterarse de lo que les ocurre a los suyos.
También hay un contacto con las
almas que ya han pasado al otro mundo, especialmente a través de pequeños
servicios que éstas nos pueden prestar. Se halla muy extendida la creencia de
que encomendándose a las ánimas benditas al acostarse harán que nos despertemos
a la hora deseada. Así pues, no es de extrañar que esta cotidianeidad de la
muerte haga que los difuntos tomen carta de naturaleza y su presencia entre los
vivos sea una constante en nuestra cultura tradicional.
Desde los primeros tiempos del
hombre en la Tierra, el respeto hacia la muerte llevó a nuestros antepasados a
considerar que entrando en contacto con los restos de una persona fallecida se
nos podían transmitir las habilidades que tuvo en vida. Esa es la razón de que
perviviera hasta hace escaso tiempo la antropología ritual en muchos de
nuestros pueblos. Hechiceros y curanderos empleaban restos de cadáveres para sus
ungüentos y conjuros. Estos son algunos de los más conocidos:
– Antonio Baiot (procesado en
1744). Sepulturero de Campo de Criptana. Desenterraba los cadáveres y utilizaba
muelas y calaveras completas en la elaboración de sus ungüentos.
– Juana Ruíz (procesada en 1541).
Reconocida bruja daimieleña. Iba al cementerio a media noche, cubierta con una
sábana blanca y se dedicaba a recoger huesos con los que hacía conjuros y
ungüentos. Se la acusó de bailar desnuda para el diablo.
Hasta el siglo XVIII, era
costumbre en algunos pueblos manchegos llevar a la casa del muerto a un niño
enfermo para que cogiera la mano del difunto. Se creía que a medida que se iba corrompiendo
el cadáver iba sanando el niño.
Estos son algunos de los topónimos
relacionados con la muerte que hemos encontrado en La Mancha: solana de las
Ánimas, loma de los Huesos y loma del Cementerio en Calzada de Calatrava; puerto
de la Muerta en Viso del Marqués; cuesta de las Calaveras en Piedrabuena; la
Sepultura y pozo de la Sepultura en Pedro Muñoz…
Veamos algunas de estas presencias
que han pasado a formar parte de la mitología manchega.
Fantasmas y Aparecidos. El mundo de los fantasmas y aparecidos siempre ha
estado muy presente en nuestra cultura. Nos resistimos a dejar marchar para
siempre a nuestros difuntos. Las ánimas se ven y se sienten a nuestro alrededor,
bien con la forma que tuvieron en vida, bien adoptando la de animales o
elementos inanimados de la naturaleza, o como un aroma o una ráfaga de aire
frío. Pedro Almodóvar recoge en varias de sus películas la cotidianidad de los
aparecidos en Calzada de Calatrava y otros municipios cercanos.
Las apariciones de finaos a
familiares es un mito tan arraigado en La Mancha que resulta imposible
argumentar contra él. “En cada una de las familias de mi pueblo se contaban
casos de muertos que se aparecían reclamando el cumplimiento de una promesa o
la finalización de una tarea dejada a medias” (...) “Mi madre aseguraba que se
le aparecía su abuelo y que le daba consejos para evitar el maltrato al que la
sometía su madrastra”. Ambos testimonios corresponden a un informante de
Villanueva de San Carlos.
Teodora F. recuerda que su madre
se aparecía a sus hijos y jugaba con ellos: “Enriquito la perseguía con la
bicicleta por el pasillo jugando al pilla-pilla… y Verónica hablaba con ella sentada
en el sofá”. Teodora también recuerda que para acabar con las apariciones tuvo
que ir andando desde Puertollano hasta El Villar y que en el camino nunca se
sintió sola porque estuvo acompañada del espíritu de sus padres. Desde aquel
día dejaron de aparecerse a los niños.
Ramona Sánchez afirma que “a mi
prima Antonia, que vivía en Mestanza, se le aparecía un primo hermano para que
pidiera a la familia que lo trasladaran a la tumba donde estaban sus padres
porque en la suya se sentía muy solo”.
Pero no siempre se mostraban tan
amables y a veces el “aparecido” empleaba la violencia contra la víctima o
contra las cosas. A Francisca C. de Puertollano se le aparecía su abuelo y le
daba fuertes pellizcos o le volcaba el cubo de fregar para obligarla a cumplir
cierta promesa. También en Mestanza nos contaba Basilio Limón que “a su prima
Luisa se le aparecía su abuela y le pegaba bofetadas y tirones del pelo para
que cumpliera no sé qué promesa. Las apariciones cesaban una vez cumplida la
promesa”.
Más trágico aun es lo que nos cuenta
María del Carmen Usero: “La historia le ocurrió a mi madre y unas amigas cuando
eran jóvenes, creo que fue en la aldea de Diógenes o Fontanosas donde fueron a
vivir un tiempo mi madre y tías con mis abuelos, ya que mi abuelo tenia
silicosis de la mina y le recomendaron aire puro, y qué mejor que el Valle de
Alcudia para ello. Mi madre tenía una amiga que estaba casada y la madre de
esta mujer murió en aquella época, el caso es que la chica siempre salía con
moratones, mechones de pelo arrancados o heridas. Mi madre y sus amigas le
preguntaban si la maltrataba su marido y ella decía que no, que era su madre
fallecida que se le aparecía en casa y la atormentaba y agredía constantemente.
Mi madre y sus amigas no se lo creían y les parecía más realista que le pegara
el marido, y ella lo negaba. Para que se convencieran la chica les dijo un día
que les dejaría la puerta entornada para que lo viesen ellas mismas, y asi
fue..., pasaron un dia a ver si era real y tal como abrieron la puerta salieron
corriendo despavoridas al ver una escena sobrecogedora, a la chica
arrastrándose, tumbada boca arriba, todo el pasillo hacia la puerta de entrada
a mucha velocidad, con la melena hacia arriba como si alguien la estuviera
sujetando del pelo y arrastrándola, pero no había nadie haciéndolo... y la
chica gritando de dolor y angustia. Se ve que era el espíritu de la madre que
dejo algo pendiente antes de morir. La chica cumplió la promesa de su madre y
se acabaron estos episodios”.
Torquemada, para distinguir entre
fantasmas y apariciones o visiones, decía: “este nombre fantasma se deriva de
fantasía, que es en el hombre una virtud... esta virtud obra de tal manera que
hace en sí las cosas fingidas, imaginadas, como si las tuviese presentes, no
siendo así la verdad. Decimos también que las cosas que vemos y se desaparecen
luego son fantasmas, pareciéndonos que nos engañamos, y no las vimos, sino que
se nos representaron en la fantasía... unas veces verdaderamente las vemos, y
otras nos las pone la imaginación, o fantasía, de tal manera delante de los
ojos que nos engañan, y no entendemos si es cosa que habemos visto, o imaginado
solamente, y de aquí creo yo que vino llamar a unas visiones, que son las que
realmente son vistas, y otras fantasmas, que son las fantaseadas o representadas
en la fantasía”. Esta diferenciación, difícilmente podremos encontrarla en la cultura
tradicional popular de la Península Ibérica, ya que la gente del pueblo utiliza
estas denominaciones de forma pareja.
Los fantasmas y visiones suelen
aparecerse por la noche, que es para los muertos, lo que se recuerda con frases
como:
– Entre las doce y la una, anda
la mala fortuna.
– De las nueve a las diez, deja
la noche para quien es.
– Por no ver visiones, me acuesto
a las oraciones.
– Andar de día, que la noche es
mía.
– Allá va el diablo después del
sol puesto.
La escritora Gloria Fuertes, en su
poema ¿Quién llegó?, nos dejó estos versos: “Llegó tosiendo con asma. / ¿Quién
llegó?/ El Fantasma”.
Hay muchas historias de fantasmas
nocturnos en nuestros pueblos. Algunas siguen siendo consideradas como
fenómenos paranormales, tal es el caso de lo que ocurre en la Casa de la
Inquisición de Granátula, en la que se aparecen dos inquisidores a los
huéspedes de este alojamiento rural, uno bueno que los arropa y otro malo que los
incordia y asusta. En la misma casa aparece el fantasma de un niño que busca a
sus padres, asesinados por la Inquisición. En la Casa de las Cadenas aparece el
fantasma de su antiguo propietario, según la leyenda fue devorado por sus hijas
a las que tenía encerradas en una cueva de la casa. En la Casa de las Tercias
también se escuchan ruidos y se ven figuras espectrales. En el Palacio de los
Torremejia se ven fantasmas de monjes y frailes. En un instituto de Puertollano
se aparece el hijo del bedel, muerto de forma trágica. En Las Tiñosas es muy
popular el fantasma que aparece en su “Fuente Agría”. Al parecer es una
ciudadana de origen francés cuya tumba está cercana a la fuente. Iker Jiménez y
su programa Cuarto Milenio se hicieron eco de este mito.
Sin embargo, otras leyendas tienen
como protagonistas a personas vivas que, por alguna razón, han intentado
hacerse pasar por aparecidos, o bien han sido confundidos con éstos a causa del
miedo. He aquí algunos casos: en Fuencaliente y Alcázar de San Juan es el hijo
del Corregidor quien se hace pasar por fantasma y muere a manos de su propio
padre; en Valdepeñas eran los maridos quienes se hacían pasar por fantasmas para
visitar burdeles y amantes, también sus mujeres se disfrazaban de fantasmas para
seguirlos. En este municipio, un encuentro entre dos fantasmas ficticios terminó
en tragedia.
En cuanto a leyendas con fantasmas
como protagonistas también tenemos un amplio repertorio. A modo de listado
improvisado podemos recordar los siguientes: el Fantasma de San Pedro (Ciudad
Real), la Monja de Alcázar (Alcázar de San Juan), el Espíritu del Calatravo
(Villarrubia de los Ojos), los Cuatro en Palacio y la Maldición de Doña Justa
(Guadalmez), el Espíritu del Cura (Horcajo de los Montes), el Fantasma de Nuño
Fuentes (Castillo-Convento de Calatrava la Nueva).
Carlos Villar Esparza aporta
interesantes testimonios sobre fantasmas en su libro Con Once Orejas:
en Villanueva de los Infantes “vestido de blanco, sólo se apreciaba largo
manto, ojos y los brazos abiertos”, “Era un hombre que por las noches, para ir
a visitar a alguna mujer que deseaba, se ponía una sábana por los pies y otra
por la cabeza”. En Torre de Juan Abad e Hinojosas de Calatrava se recoge que:
“en llegando la Cuaresma, ya casi agonizando el mes de febrero, empezaban a
salir las ‘pantasmas’, casi siempre por promesas a las ánimas, que se cumplían siempre
de una forma totalmente anónima”. Todos los Viernes de Cuaresma aparecían las ‘pantasmas’.
Iba vestida de negro con una especie de túnica o sayal que le llegaba hasta los
pies. Y para agrandar su estatura y darle a su figura un aspecto entre insólito
y terrorífico, sobre sus hombros y cintura llevaba atado con lo que fuera,
cuerdas o correa, un armazón de listones de madera y varillas de hierro, todo
ello cubierto con sábanas blancas y una cruz pintada en ellas… el aspecto era
aterrador”. Es evidente que se trata, en este caso, de un ritual expiatorio.
Se sospechaba de las “pantasmas”
de Albaladejo que “eran los lacayos enfantasmados de amos de casas de posibles,
que despejaban los caminos asustando a los vecinos, para que ellos pudieran
consumar sus amoríos encubiertos”. En muchos de nuestros pueblos se tenía la
creencia que quien ejercía de fantasma, normalmente un varón, y no cumplía la totalidad
de la promesa sería visitado por las ánimas enfurecidas para atormentarlo con
toda clase de experiencias paranormales.
– Leyenda de Torrovilla
(Almagro-Bolaños de Calatrava). En Torrovilla hay un camino de época romana que
comunica con la sierra del Pardillo. En este camino se dice que se han visto
extraños monjes. Por este motivo es conocido con el nombre del Carril del
Fraile. Este camino finaliza en el sendero Flor de Rivera y se dice que, antes
de enlazar con dicho sendero, existía un monasterio en ruinas, el convento
Jesuita del Pardillo. A esta leyenda se le ha atribuido carácter legendario aunque,
en realidad, es un hecho verídico pues es cierto que existió el citado
monasterio, solo que, con el paso del tiempo, la tradición popular la ha
convertido en una historia fantástica.
– El Espíritu del Cura (Horcajo de
los Montes). A principios del siglo pasado, en una casa de las más viejas de
Horcajo vivió un canónigo (cura). Ya era el hombre muy viejo y murió en su
cama. Pasaron muchos años hasta que vivió otra familia en ella. La casa
conservaba algunos muebles y objetos, entre ellos un cuadro que representaba un
paisaje de una ciudad donde destacaba la torre de la iglesia, y un reloj. Los
nuevos inquilinos contaban que cuando el reloj daba las doce de la noche, se oían ruidos en la cámara, y que era
el alma del cura que andaba en la casa después de tantos años.
Procesiones de Muertos. Si en nuestras tradiciones hay numerosos relatos de
apariciones y de fantasmas, aún son más en las que éstos forman sombríos
cortejos. Según Aurelio de Llano, “la Mala Güeste” fue desde tiempos remotos
una creencia común en toda España y definía a un ejército o procesión de demonios.
Más tarde pasó a significar procesión de almas en pena.
Por su parte, Lisón Tolosana describe
así el origen y la evolución de estos desfiles: “Comienza entre los germanos,
en el siglo X, con Tîwaz primero y Wotan después. Éste, dios de los muertos,
les dirige hacia el otro mundo en un viaje nocturno, menester en el que será
sustituido por Odín, que acabará por protagonizar la cacería salvaje.
Cristianizado, se le convertirá en el diablo, que guía las almas al infierno.
Después se añadirá Diana, que es la encargada de dirigir a las brujas y a otras
mujeres engañadas por el demonio”.
En el siglo XIII, Gonzalo de
Berceo utiliza el término Guest Antigua, empleado también por el autor del Poema de Fernán González y será a principios del siglo XVI cuando se utilice la
palabra Estantigua. Desde que a
mediados del siglo XIII comienza a tomar cuerpo al concepto de Purgatorio, han
sido varias las denominaciones utilizadas para las procesiones de ánimas, muchas
de ellas subsisten aún hoy en día, pero no todas tienen el mismo significado.
Así, tanto la Estantigua como la Estadea se refieren a una procesión de muertos
de carácter violento, que portan cirios y flotan sobre el suelo, que se llevan
a cuantos encuentran en su camino y los depositan magullados y con las ropas
destrozadas a gran distancia. Dice Lisón que “la Estantigua venía a
atemorizar... venían en grupo... tocando con una campanilla... Las personas al
verla se apartaban y cuando a uno no le daba tiempo, lo arrastraban y lo
llevaban por encima de árboles y por los montes. Le temían mucho a eso... La
Estantigua anda a trastazos con los que encuentra en su camino”.
Güéstiga, Buena gente, Ronda,
Recua... Son otros de los nombres con los que se conocen estas procesiones en
toda España. Si alguien se encuentra con ellas tiene que tirarse al suelo
formando una cruz con el cuerpo, no coger el cirio que le dan, hacer un círculo
y meterse en su interior... Y, sobre todo, no mirarles pasar. En caso contrario
pueden llevarte con ellas o golpearte al pasar a tu lado mientras exclaman
“andad de día, que la noche es mía”. Y si alguien ha cogido la vela o el cirio,
es posible que al día siguiente advierta con espanto que lo que le habían dado
era un hueso o el brazo de un muerto.
En Torre de Juan Abad, de la noche
de difuntos, algunos cuentan que al pasar por el cementerio vieron estantiguas
agarradas a las rejas de las puertas, increpando a todos aquellos que pasaban
de la obligación de cumplir las promesas y el respeto que debían a sus
fallecidos. Incluso alguno de los finados se llegaba hasta las casas y se
escondía detrás de las puertas. Así lo contaban las abuelas a sus nietos junto
al fuego comiendo los dulces tostones y las castañas asadas.
Marcel Félix de
San Andrés Sánchez
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